domingo, 11 de diciembre de 2016

Cautiva

Lo que me gustaba a mi mirar sus ojos... Adoraba buscar con los míos ese par de círculos avellanados. ¡Cuanta ternura podía caber en ellos! No lograba descifrar si me gustaba más ese color tan bonito y la forma en como la luz incandescente los aclaraban aún más y hacía sus pupilas pequeñitas; o si lo que me cautivaba era precisamente la dulzura con la que me observaban y la sonrisa posterior al momento en que nos conectábamos y, como decía Cortázar, nos volvíamos cíclopes.

Y las caricias... ¡ah, las caricias! Ese roce suave de su piel contra mi piel, la forma en como me hacía estremecer con cada centímetro de mi cuerpo que recorría con sus manos. Pobre corazón mío, qué manera de latir; aún me cuesta entender cómo logró permanecer en mi pecho.

Pasan las horas y no logro desvanecer por completo la bruma y la embriaguez que dejaron en mi aquellos momentos sublimes; no puedo dejar de revivir en mi cabeza todas y cada una de las veces en que bebí de esos labios. Qué licor más dulce... Entonces me hallo sonriendo sola y con el corazón tibiecito mientras escribo estas palabras. Qué bonito se siente dejarse cautivar.