domingo, 11 de diciembre de 2016

Cautiva

Lo que me gustaba a mi mirar sus ojos... Adoraba buscar con los míos ese par de círculos avellanados. ¡Cuanta ternura podía caber en ellos! No lograba descifrar si me gustaba más ese color tan bonito y la forma en como la luz incandescente los aclaraban aún más y hacía sus pupilas pequeñitas; o si lo que me cautivaba era precisamente la dulzura con la que me observaban y la sonrisa posterior al momento en que nos conectábamos y, como decía Cortázar, nos volvíamos cíclopes.

Y las caricias... ¡ah, las caricias! Ese roce suave de su piel contra mi piel, la forma en como me hacía estremecer con cada centímetro de mi cuerpo que recorría con sus manos. Pobre corazón mío, qué manera de latir; aún me cuesta entender cómo logró permanecer en mi pecho.

Pasan las horas y no logro desvanecer por completo la bruma y la embriaguez que dejaron en mi aquellos momentos sublimes; no puedo dejar de revivir en mi cabeza todas y cada una de las veces en que bebí de esos labios. Qué licor más dulce... Entonces me hallo sonriendo sola y con el corazón tibiecito mientras escribo estas palabras. Qué bonito se siente dejarse cautivar.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Soy poesía

Soy el tipo de mujer para ser amada:
Míreme a los ojos, son capaces de reflejar sólo su silueta.
Abráceme, le regalo mi tibieza, la del cuerpo y la del corazón.
Tóqueme suavemente, llévese en sus manos mi aroma.

Béseme lento, lo haré estremecerse hasta lo más profundo.
Tómeme de las manos, no lo dejaré caer.
Sonría para mi, siempre tendrá mi sonrisa de vuelta.
Dedíqueme su tiempo, sus palabras, su dulzura.

En últimas, tráteme como poesía, eso soy.
Sepa leerme, tómese el tiempo de descubrir mis recovecos
Le aseguro que no se arrepentirá, será una experiencia inolvidable:
Sé amar de la forma más bonita que jamás haya imaginado.

O bien disfrúteme como un regalo efímero
También sé arrancar pasiones desbocadas, vivir el momento
Perderme en noches reversibles sin contemplar el futuro
Pausar la vida en medio de la pequeña muerte y volver a nacer

Esas son las posibilidades conmigo
Morir de amor o de pasión.
Yo prefiero siempre la posibilidad de amar, decida usted
Puedo ser la historia o la noche de su vida

Sólo no olvide lo siguiente
Muchas pueden encender pasiones
Pocas pueden derretir de amor.
Y aún menos podemos las dos.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Cállese.

Cállese... sí, cállese. Con un beso, uno mío.
Déjeme disfrutar del silencio cómplice
que envuelve siempre la danza de los labios.

Venga, tómeme de las manos, apriete mi cintura
dejemos el mundo a un lado por unos minutos
que el tiempo pase y seamos, solos, usted y yo.

Quien diría que mi deseo por sus besos
haría revivir a la escritora en coma
y arrancaría una vez más, unos versos de mi boca.

Más no se confunda, señor,
que aunque dulces mis palabras,
también con límites y certezas.
Pues no son más que el capricho
de tomar lo inalcanzable.

sábado, 13 de febrero de 2016

Noche (inconclusa)


La noche caía y con ella el frío comenzaba a adentrarse lentamente. Tras un día de intenso calor aquella oleada de frescura se convertía en alivio. Al fondo se escuchaba el cantar de las cigarras en verano como un arrullo en medio del silencio que se apoderaba del lugar...

Siempre he amado la noche; aquel mando oscuro y envolvente, con sus pequeños luceros y fantasías que se liberan al llegar su hechizo, me han cautivado desde que tengo memoria.

Y allí estábamos los dos, en medio de ella. Sobre nuestras cabezas, se alzaba la inmensidad universal. Al rededor nuestro, los habitantes siempre sigilosos y misteriosos asomaban de sus escondites sus redondos ojos que brillaban en medio de la oscuridad. La magia se había apoderado de nosotros. Lo único que aún parecía real eran nuestras manos juntas, nuestra presencia misma... y ya empezábamos a dudarlo. Cada vez se desdibujaba aún más la tenue línea entre fantasía y realidad.

Crisis de Sereno (Inconclusa)

Parece que hoy he bebido más de la cuenta...
Tengo el estomago revuelto y la cabeza me pesa.

Todo empezó ayer con una canción. Una que pareciera haber sido escrita por mi, tan perfecta a esta extraña situación, como si alguien viera a través de mi todo lo que pienso, lo que siento, lo que quiero y lo hubiera plasmado en tan perfectas y algo melancólicas notas... La canción rondó y rondó por mi mente, mis labios pronunciaban cada una de sus estrofas sin parar; poco a poco, la incertidumbre, tomada de la mano de las notas que salían de mi garganta como cantando mi realidad, fue haciendo mella en mi.

Entonces, el mundo empezó a dar vueltas vertiginosamente, entré en un estado de irónico éxtasis: cantaba fuerte y alegre una canción triste, triste en sí y aún más triste para mí... Tras unos momentos de tanto cantar desafinado, un pequeño corte de lucidez pasó por mi mente descubriendo la realidad oculta de mi estado: camuflaba mis ansias, mi preocupación y mi tristeza bajo esa mascara folclórica. No importó saber la verdad sobre mi estado, simplemente culpé al viento nocturno -al sereno, como dijo el comediante- de haberme causado borrachera mental. Sí, eso era lo que yo tenia...

Mi embriaguez, creada por el loco azul que habita en mí –si, dentro de mi vive un ser azul con enormes ojos vivarachos, frecuentemente desorbitados y una sonrisa pícara que pareciera querer alcanzar sus orejas, que a pesar de su azul y fría piel, parece estar movido por un naranja ardiente en su interior; suelo mantenerlo cautivo en mi mente, pero de vez en cuando pierdo el control sobre él, y he aquí las consecuencias– que busca siempre camuflar mis sentimientos en algo diferente, me impulsaba a buscar la forma de escuchar Su voz. Siete días sin oírla se me hacían eternos y fue mi ebrio estado el que me dio valor para tomar el teléfono y llamarlo. Desconcertada por tanta locura, decidí salir de mi casa, dando tumbos mientras caminada hacia el parque; supongo que no quería que nadie más supiera la verdad sobre mi extraño comportamiento, sino sólo la luna, aquella mi fiel compañera, y yo. Una vez tomé algo de valentía, mis desaforados dedos se apresuraron a buscar sus iniciales en mi teléfono. Marqué. Una, dos veces: no contestó. Tercera vez: ¡colgó! 


Fue aquel suceso el que desató la resaca de toda mi borrachera, el malestar después de tanto festejo. Tanta alegría y desenfreno pasaron de repente a mostrar su verdadero rostro, compuesto de tan variadas emociones que no podría describirlas todas, mas estoy segura que ninguna de ellas tenía una tonalidad agradable

Realidad y Fantasía (inconclusa)

No pares, no dejes de diseñar mis sueños, no te detengas que poco a poco te incluyes en ellos...
No solo das vida a mis sueños, sino que también creas mi sonrisa y el brillo de mis ojos...
No eres simplemente parte de una fantasía, sino de una dulce realidad,
realidad que aun aguarda por nosotros, habitantes de Raalia,
espera el momento en que levante el yelmo de Tigre Blanco y descubra que siempre fuiste Tu
que no paraste de luchar, que siempre estuviste conmigo...
que fuimos creados uno para otro...

Descubriremos, en algún momento, que tantas batallas valieron la pena
que todas las cicatrices de nuestros corazones serán borradas por un amor infinito
Y viviremos en aquel lugar maravilloso que haz creado para mi, para nosotros: Soñadores Eternos

Forjaremos unidos, día tras día, aquel dulce reino de ensueño.

Máscaras y trajes.

En silencio aquel niño se preguntaba, confuso, qué podría haber hecho para hacer pensar al astronauta que habían razones para protegerse de él. Hasta entonces siempre había creído haberle hecho entender que lo quería con todo su corazón, y que de este sólo emanaban dulzura y cariño hacia él. Y que, a pesar de nunca haber visto sus ojos -puertas del alma-, tenía la cereza de que en él abundaban la bondad y la compasión, pues las había sentido durante años a través de sus palabras.

Por algo el niño admiraba tanto a aquel sublime astronauta, y deseaba ser como él, o, al menos, estar junto a él. Y poder tener a la luna tan cerca; incluso aunque asegurara el astronauta que desde su óptica era sólo polvo, el niño estaba más que seguro de que encontraría belleza en medio del aparente caos, pues siempre hallaba la manera de hacerlo.

Quizá lo que el astronauta nunca comprendió, fue que el niño deseaba con todas sus fuerzas no ser el único que pudiese alegrar con su sencilla sonrisa; pues sabía que la sonrisa del astronauta tendría el poder de iluminar días enteros, y no precisamente por ser bella, sino porque con ella, demostraría al niño que confiaba tanto como lo hacía él.